martes, agosto 10

¿Quién dice que la añoranza es algo triste?


Sí, ciertamente ya siento añoranza pero estoy feliz porque después de todo he estado a gusto. Este sentimiento de echar en falta algo o alguien no es más que un oscuro y profundo deseo de guardar esos instantes brillantes que la vida nos brinda.


Fui testigo de uno de ellos y a pesar de lo que siento ahora, estoy alegre. Quizás sea por el “Braccialeto di Rachele”, el cual lo voy a guardar siempre, un gran recuerdo que culminó el cierre de un maravilloso viaje.


Admirar los gigantes monumentos históricos de Roma no tiene comparación sino hay alguien con quien compartir esos sentimientos de grandeza. Ni que decir de esos temerarios conductores italianos que sorprende mucho el ver como se mueven con los coches como si lo que hicieran estuviera bien. Sin embargo, he de creer y añadir que es lo de menos importancia. Ser presentada ante otras personas, conocer la verdadera cultura y opinión de las personas. Eso sí tiene y deja huella en las personas, las que se van y las que se quedan. Estar rodeada de gente italiana, de la zona, observar detenidamente esa manera de moverse, como quieren a sus amigos y lo cariñosos que llegan a ser.


Por primera vez, después de alejarme de mi familia, sentí estar dentro de ella. No puedo decir palabra alguna sobre aquella noche, el instante que vi ese amor fraterno. Cómo en todas las familias existen sus pequeños momentos malos pero cuando estas dentro de una reunión familiar de tal grandeza, se olvida, desaparece…


En ese instante escuché la canción, no una cualquiera, creo que para esa familia la que mejor les califica sería: “Children Arrive” de Finding Neverland (Jan A.P. Kaczmarek) Una mezcla de piano y alegro. Realmente emotiva y brillante, casi sin comparación alguna.


Si viéramos detenidamente lo acontecido esa noche se darían cuenta de lo que digo. Una madre enteramente nerviosa por ese gran día, un padre con una sonrisa iluminando su cara y haciendo que los demás se sintieran casi igual de felices. Los niños todos ellos igual de alegres y amables, cada uno distinto del otro pero igual al mismo tiempo, y la niña rodeada de tantos chicos y con aquel vestido convirtiéndola en la cenicienta de la noche.


Existen personas de buen corazón y se notan enseguida. Quizás, siendo de fuera exalte demasiado las virtudes de esas personas, pero se podía entender que siempre dentro de una familia existen pequeñas discusiones que son minucias sin importancia, ante el amor que tiene entre ellos y el que comparten con los demás.


Sentí ese sentimiento de tristeza y alegría, supe al fin que a pesar de todo, una persona querida para mí estaba en buenas manos y que con dificultades o sin ellas, siempre estaría allí esa familia. Sin embargo, no quiero concluir este capítulo porque para mí nunca estará cerrado. Aunque esas personas no lleguen a leer estas memorias relatadas en castellano si quiero decirles:


GRACIAS POR UNA NOCHE FANTÁSTICA Y FORMAR POR UN MOMENTO, PARTE DE ELLOS.ESPERO QUE QUIERAN ALGUNA VEZ, FORMAR PARTE DE LA MÍA. SE DARIAN CUANTA DE LAS SIMILITUDES.