domingo, enero 9

Fábula de la estatua

En un pueblo rural, de población reducida y donde todos se conocían entre ellos, vivía una persona con grandes ambiciones para poder ampliar su mercado de estatuillas. Éste, como todos los días, se levantaba, se aseaba y se arreglaba. Luego, tranquilamente daba un paseo matutino hasta su local el cual abría y se sentaba detrás del mostrador hasta que algún curioso cliente entraba y compraba alguno de sus productos.

La mayoría de sus productos eran estatuillas deformes o poco agraciadas que eran suministradas por artistas locales. Como se podría esperar no conseguía vender mucho y a causa de ello, su mal humor se hacía presente contagiando su amargura como si de un virus se tratara.

Así, un buen día, un cartero entro en su tienda y le entregó un paquete mientras el vendedor le decía:
-Yo no he pedido nada-mientras la vena de su sien se hinchaba por momentos debido a las molestias del cartero.
-Yo recibo ordenes de entregarle esto y que usted lo firme.

De esta manera, después de que se marchara el repartidor, se hallaba en el mostrados un paquete de dimensiones considerables y un carta. En dicha carta ponía:
"Estimado vendedor,
Le hago entrega de unas estatuillas creadas por mí como regalo para usted. Quiero avisarle de que NO VENDA dichas estatuillas pues le podrían traer graves consecuencias.
Recuerde, NO son para los clientes SÓLO para usted. "

Luego de haberlo leido, abrió el paquete y víó miles de estatuillas bien formadas y cada una con una postura o una cara diferente. Todas ellas eran el propio vendedor con diferentes posturas, con una sonrisa grande, una alegre, una llorando e incluso con diferentes ropas y colores. Todas diferentes pero cuyo modelo era él mismo.
Sin embargo y haciendo caso omiso a las recomendaciones de la carta, las puso a la venta. Tenía sus dudas de que consiguiera algo, a pesar de ello y para su asombro, a la gente le agradaba y las compraba.

Fueron pasaron los días y sus existencias se iban reduciendo aunque su alegría se incrementaba por ver como la caja iba obteniendo más dinero. Aedmás, lo que no se figuraba es lo que le iba sucediendo, de alguna manera inexplicable iba perdiendo movilidad aunque siempre lo asociaba al cansancio o a los nervios del día por toda la clientela que entraba.

Después de varios meses de ventas abundantes, llegó una persona encapuchada que compró la última estatuilla, poco después de pagarla y antes de salir de la tienda le dijo:

-Espero que entendiera las palabras de aviso de la carta.


Foto de un pueblo extraida de otra página web

Ésto extrañó mucho a nuestro protagonista pues a nadie le contó como consiguió dichas figuras. Sin embargo, no necesitó averiguarlo, lo entendió en el momento. Nada más vender la última, sus brazos empezaron a paralizarse, el torso se le endurecía como la piedra, y sus piernas le fallaban.
Aterrado ante la situación, intentó correr al  médico para pedirle ayuda, sin embargo, aquello se desarrollaba con una velocidad abrumante y sólo fue capaz de cruzar el umbral de la tienda

Si ustedes pasan por ese pueblo, podrán ver a la puerta de una tienda pequeña, fría y oscura que resalta entre los coloridos portales de alrededor, una estatua. Ésta se encuentra justo en la puerta, aunque con una forma  similar a los productos de dentro de la tienda, es una excepción pues tiene la estatura de una persona normal y su cara de terror es tan realista que muchas personas, personal cualificado no han podido apartarla de su sitio, como si quisiera que con su presencia, se recordara algo.